Como afrontar la desmercantilización de nuestro sistema económico
Estamos en un modelo económico dominado por los productos, ya se trate de productos o servicios, materiales e inmateriales. Su producción nos procura el sustento, su consumo nos es imprescindible para satisfacer nuestras necesidades. Sin embargo, un nuevo fenómeno está empujando al producto a un lugar periférico de nuestro mundo. Se trata de la desmercantilización de nuestra economía. Esta tendencia surge en la cúspide del proceso contrario, el proceso de la mercantilización progresiva de cada dimensión de nuestra vida, el proceso de la financiarización, que sufrió un vuelco en la crisis de 2008. Este texto explora la naturaleza de esta tendencia, cómo nos afecta, qué transformaciones podemos esperar en el futuro y para definir algunas estrategias de acción política. Seguir leyendo “La era de la abundancia y sus condicionantes”
El 13 de julio de 2016 el ayuntamiento de Barcelona hizo pública una medida de gobierno que consiste en crear un operador energético en la ciudad con el objetivo de acelerar la transición energética, facilitar el autoconsumo y ofrecer acceso a los ciudadanos a las rentas resultantes del negocio eléctrico, así como abordar objetivos de justicia económica como acabar con la pobreza energética. Seguir leyendo “Transición energética financiada con moneda social”
Aprovechando el ilustrativo vídeo de Rachel Botsman en TED que incluyo más abajo (gracias a Albert Cañigueral por difundirlo) , me gustaría escribir sobre la necesidad de recuperar la reputación como valor social, pues la reputación es esa pieza que falta en la sociedad y que necesitamos para poder poner en marcha un control social del crédito.
Hay muchas razones por las que un ciudadano tiene derecho a exigir el control social del crédito. La más evidente es que el riesgo financiero es público. Por ejemplo, parece que los españoles tenemos que pagar con nuestros impuestos la deuda que el sistema financiero no pueda devolver a sus acreedores (además de sufrir la crisis de la economía real que ha generado ese sistema en términos de quiebras, desempleo, etc.). Si esto es así, sería lógico que la ciudadanía hubiese sido consultada en el momento en que las entidades financieras tomaron la decisión de financiar masivamente el sector inmobiliario, que es lo que les ha llevado a esta situación que ahora tenemos sobre nuestras espaldas. El hecho de que el riesgo financiero sea público implica que las decisiones relativas al riesgo financiero pertenecen al público por derecho.
Sin embargo ¿cómo articular ese control social del crédito? Que la ciudadanía tenga derecho al control del crédito no quiere decir que tenga herramientas para tomar adecuadamente esas decisiones. Y es ahí donde entra la reputación. En el pasado, la reputación de una persona era su mayor activo. La gente hacía honor a su palabra por ética pero también porque cumplir la palabra significaba tener la confianza de la comunidad, significaba tener crédito, literalmente, y todos los beneficios asociados a él.
El crédito hoy depende de cuánto valgan tus propiedades y otros activos, y de cuán líquidos sean éstos. La sociedad civil puede desarticularse hasta el completo anonimato mutuo, porque da igual. La reputación se ha perdido como valor social, pero no es que se haya perdido totalmente. La reputación sigue viva: está en los informes de riesgo crediticio que usa el sistema financiero. Allí aparece cualquiera que deje de pagar un recibo. Es información que manejan generalmente los bancos, porque son los que dan el crédito.
Lo que explica Rachel Botsman a continuación significa la democratización de los informes de riesgo crediticio, la vuelta del control de la reputación a manos de la sociedad, no solo del consumo de la reputación, sino de su generación. Este retorno se lo debemos a la incipiente tendencia del consumo colaborativo.
Ya que el vídeo de momento solo está en inglés, haré acopio de las citas más interesantes:
La reputación es lubricante socio-económico que hace que el consumo colaborativo sea funcional y escalable.
La reputación será el dinero que dice que puedes confiar en mí.
Una buena reputación puede ser usada para comprar cooperación de los otros, incluso de gente que nunca hemos conocido.
Creo que estamos a punto de iniciar una revolución colaborativa que será tan significativa como lo fue la revolución industrial.
Y la mejor:
En el siglo XX, la invención del crédito tradicional trasformó nuestro sistema de consumo y, en gran medida, controlaba quién tenía acceso a qué. En el siglo XXI, nuevas redes de confianza, y el capital-reputación que generan, reinventarán la forma en que concebimos la riqueza, los mercados , el poder y la identidad personal, en formas que no podemos ni siquiera imaginar.