Como afrontar la desmercantilización de nuestro sistema económico
Estamos en un modelo económico dominado por los productos, ya se trate de productos o servicios, materiales e inmateriales. Su producción nos procura el sustento, su consumo nos es imprescindible para satisfacer nuestras necesidades. Sin embargo, un nuevo fenómeno está empujando al producto a un lugar periférico de nuestro mundo. Se trata de la desmercantilización de nuestra economía. Esta tendencia surge en la cúspide del proceso contrario, el proceso de la mercantilización progresiva de cada dimensión de nuestra vida, el proceso de la financiarización, que sufrió un vuelco en la crisis de 2008. Este texto explora la naturaleza de esta tendencia, cómo nos afecta, qué transformaciones podemos esperar en el futuro y para definir algunas estrategias de acción política.
Algunas ideas de lo que aquí voy a desarrollar están recogidas en un anterior trabajo que publiqué en 2011 con el título “Nada está perdido, un sistema monetario y financiero alternativo y sano”i en el que incluía la propuesta de cambio de sistema monetario y financiero, sin la cual, la transición que nos espera será dramática. El curso de los acontecimientos desde entonces ha revelado cada vez más claramente esta tendencia y hoy tenemos más estudios y análisis que entonces para poder profundizar en ella.
Qué significa abundancia
Para entender lo que es la abundancia, hay que irse al concepto más básico de la economía: la diferencia entre un bien y un producto. Un producto se diferencia de un bien en que se puede hacer escaso y venderse. El ejemplo clásico para ver la diferencia entre uno y otro es el aire y el agua dulce, dos elementos creados por la naturaleza y esenciales para la vida por igual, y sin embargo el agua se puede vender y el aire no, por la sencilla razón de que el aire no puede hacerse escaso. No se puede impedir a nadie el acceso al aire por los mecanismos de la propiedad y por eso es un bien pero no es un producto. Mientras que sí se puede restringir el acceso al agua dulce, razón por la cual es un bien y también puede ser un producto. El hecho de que algo tenga valor económico pueda venderse depende de su demanda y de su escasez.
La era de la abundancia ha sobrevenido gracias a la revolución digital, que ha convertido en abundantes algunos bienes que antes eran (o se podían hacer) escasos. A semejanza de agua se convirtiera en aire, de forma metafórica, este proceso también “evapora” el valor económico.
Los ejemplos más conocidos de este fenómeno los tenemos en los bienes del conocimiento: libros, música, películas, planos, fórmulas, noticias, marketing… El ejemplo de los libros es fácil de seguir: la tecnología digital permite separar el continente (las páginas de papel) y el contenido (el texto). Este último puede adoptar otro formato, el formato digital, que se puede poner a disposición del público para su descarga por un coste ínfimo. Con cierta infraestructura como un dispositivo digital de lectura y acceso a internet, cualquiera puede descargar este formato digital del libro y disfrutarlo en unas condiciones que en muchos casos son igual de satisfactorias que en soporte papel. El producto se libera de sus límites y fluye a través de la red, reduciendo mucho sus posibilidades de venta.
Otro tipo de abundancia nos ha llegado por la apertura de mercados tradicionalmente cerrados y monopolísticos. Se trata de la capacidad de cada persona de acceder a la capacidad de producir para su propio consumo en esas industrias. Esto es algo que generalmente no puede hacer una persona de forma aislada y exige la formación de algún tipo de estructura colaborativa o cooperativa con otras personas que persigan el mismo fin. Como resultado, se rompe el monopolio de oferta de estos servicios y se reducen los márgenes de beneficio en estos sectores. La electricidad es un ejemplo. La producción eléctrica hasta hace poco exigía grandes operadores y tendía a la concentración empresarial. Con el surgimiento de las energías renovables, la producción se puede descentralizar, las redes de distribución tienen capacidad de reducirse para formar islas territoriales que permiten compartir la energía generada en un radio menor e incrementar la eficiencia. En Alemania las cooperativas de energía verde constituyen el 27% de la generación eléctrica. La abundancia en este caso consiste en acceder a mercados tradicionalmente monopolísticos para que los antaño meros consumidores, haciendo una determinada inversión, pasen a auto-abastecerse de ese bien. El cliente y el productor se funden en una sola figura: el prosumidor, que se une a otros prosumidores, en unas ocasiones para poder generar el servicio, pues la clave del servicio en muchos casos está en la red, o para optimizarlo en otros casos.
La desmercantilización
Esta tendencia se ha denominado desmercantilizaciónii, pues lo que es común en estos dos casos es que el mercado se reduce, bien porque el producto deja de serlo, para convertirse en un bien libre con muy pocas posibilidades de venta, bien porque el consumidor se autoabastece del bien gracias a unas determinadas estructuras organizativas, y la inversión atomizada en infraestructuras.
Napster redujo a escombros la industria discográfica, Wikipedia acabó con las enciclopedias, los blogs y el formato ePub tienen contra las cuerdas al mundo editorial. Linux dio fin a la línea de Windows para servidores. Las recomendaciones de otras personas generan ya mucha más confianza en los productos y negocios para los consumidores que los consejos publicitarios que producían las antaño boyantes agencias de publicidad. Si el dinero electrónico y las apps móviles, como medio de acceder a él, van a suponer el cierre de más de un 50% de las oficinas bancariasiii, la cadena de bloque tiene muchas posibilidades de acabar con la banca como modelo de negocio y las monedas sociales tienen muchas posibilidades de sustituir una buena parte del dinero tal como lo conocemos.
El intento de hacer de nuevo “escasos” estos bienes para poder seguir vendiéndolos pasa por una regulación que prohíba las prácticas de compartir entre iguales (también llamado P2P por su acrónimo del inglés peer to peer) o destruir la neutralidad de la red para que los contenidos que se comparten en modo P2P se descarguen de forma mucho más lenta que los demás. Ambas estrategias se están dando pero, como veremos, están provocando una desmercantilización aún mayor.
Los prosumidores y la autoprestación de servicios: Electricidad, telecomunicaciones, movilidad, etc.
El fenómeno del autoabastecimiento que hemos mencionado en relación al sector eléctrico no es único. El sector de las telecomunicaciones ha empezado a sufrir una transformación similar cuando los usuarios han decidido crear sus propias redes de telecomunicaciones en formato de autoprestación, precisamente para garantizar una neutralidad de internet cada vez más amenazada, la privacidad y el acceso a bajo coste de los usuarios que la componen. Güifi.net es una experiencia pionera de red de malla (mesh networking en inglés)iv, que son redes auto-gestionadas muy robustas por la alta replicación del servicio a través de sus nodos. Es el primer operador de telecomunicaciones que adopta una visión de las telecomunicaciones como una parte del procomún con una licencia que se ha denominado RALNv (procomún de la red abierta, libre y neutral).
El objetivo que persigue, y está logrando cumplir, güifi.net es que las personas organizadas puedan construir una red de telecomunicaciones que garantice condiciones en la prestación que son esenciales, sin necesidad de tener el músculo financiero que suele exigir un proyecto tal. De forma descentralizada, con pequeñas inversiones: routers, antenas, instalados en sus hogares y empresas, los usuarios forman la red que ellos mismos utilizan. La organización además instala fibra óptica allí donde es necesaria. No hay accionistas que aprovechen una posición dominante de mercado para extraer beneficios. La red se mantiene gracias a los propios usuarios, que mantienen personalmente el servicio en algunos casos y también pagan un coste módico por el servicio a través de la Fundación Güifi. Al ser gestionado por una fundación, el servicio se ofrece sin ánimo de lucro por principio.
Otros sectores ya apuntan hacia un modelo similar, como la posibilidad de un sector del transporte sostenible sin conductoresvi, con vehículos alimentados con fuentes de energía renovable conectados entre sí gracias a la tecnología GPS y el internet de las cosas. Si bien ha sido una plataforma privada, Uber, la que apunta de forma explícita en esta dirección, la infraestructura necesaria (el parque de vehículos) de momento la ponen los usuarios y conductores. Nada impide que estos usuarios se auto-organicen, cuando la tecnología esté disponible, para evitar la captura de la mayor parte del margen por parte de la plataforma. La infraestructura puede ser construida poco a poco a base de inversiones individuales (aportando cada persona el vehículo que adquiera) y el coste del servicio podría limitarse al mantenimiento de dicha infraestructura. La ventaja de añadir el vehículo a una red, en lugar de disfrutarlo a título individual consistirá en la capacidad de compartir su uso para amortizar antes su coste o el hecho de poder utilizar otro vehículo de la red cuando uno tenga la necesidad, cuando se encuentre en otra localización geográfica, por ejemplo.
De todas estas transformaciones, la más interesante y vertiginosa con diferencia es la del sector bancario. El sector bancario está sufriendo una reducción en su negocio y en sus márgenes gracias a la irrupción de los prosumidores. Por el lado del crédito, con el P2P lending, o las plataformas que articulan el crédito de particular a particular, como Zopla o Comunitae. Por el lado de la creación monetaria, que es en realidad la principal función del sistema bancario, la competencia disruptiva está llegando de Bitcoin. Bitcoin permite la desintermediación del sistema monetario, cada persona puede crearse una cuenta y recibir y enviar bitcoins a través de internet por medio de un protocolo denominado cadena de bloque. Este protocolo permite que la tradicional función del banco, que es mantener la información de quien debe a quien qué, sea sustituida por las verificaciones entre pares (P2P). O sea, en lugar de que cada banco mantenga un libro contable con las transacciones que realiza, la cadena de bloque permite que se mantenga un libro público de registro de estas transacciones. Las personas que participan en este sistema, verifican las transacciones, sin necesidad alguna de que un banco lleve a cabo esta función. Ya hay más transferencias internacionales en bitcoin que a través de Western Union.
La economía colaborativa y la abundancia de compartir
La economía colaborativa es un campo en el que se pueden incluir muchas de las transformaciones que ya hemos descrito. La reutilización de objetos, el acto de compartirlos o los esquemas de ayuda mutua también pueden considerarse otra ramificación de la desmercantilización, pues permiten a los usuarios satisfacer necesidades que en otras circunstancias se podrían haber satisfecho mediante la producción formal de bienes y servicios. Gracias a plataformas online, en la mayor parte de los casos, los prosumidores contactan entre sí, colaboran y se evalúan mutuamente. En ocasiones se trata de convertir el activo que es propiedad de una particular, en tanto no lo use, en un activo transferible que le da capacidad de acceso a otros bienes, aumentando su poder adquisitivo y sustituyendo a los operadores tradicionales. Los ciudadanos comparten su casa, su coche, etc., activos concebidos para un uso exclusivamente privado, como medios de producir algún tipo de valor en la comunidad. De este modo, viajeros que van en coche transportan a otros viajeros, haciendo la competencia a los autobuses de línea o los trenes. Personas que se van de vacaciones, en lugar de dejar su casa vacía, permiten que otros la usen y gracias a eso pueden ellos recibir alojamiento en otra ocasión, convirtiéndose en una alternativa a los hoteles y alquileres turísticos profesionales. Los progenitores de bebés de 6 meses cambian la ropa de cuando tenía 3 por prendas para bebés de 9, ahorrando en ropa nueva. En todos estos casos, se trata de la sustitución de sectores de producción tradicional por agrupaciones de prosumidores organizados alrededor de una plataforma de colaboración, en la cual se genera valor para los participantes y para la comunidad.
Este valor se puede registrar o no. Mientras que Couchsurfing es una forma de generar y recibir un valor no registrado, en otros casos, ese valor se registra en moneda convencional, como Blablacar: unos usuarios pagan por que otros les lleven de un punto a otro en su coche. En otros casos, el registro del valor se produce en monedas complementarias, por ejemplo, en los bancos del tiempo la gente hace favores y pequeños servicios a sus vecinos y ese valor generado se registra en una contabilidad de horas entregadas y recibidas a cualquier otro miembro de la comunidad. Es importante destacar que este valor social, cuando se registra en moneda convencional, en algunos casos no acaba en manos de los prosumidores sino principalmente en manos de los gestores de la plataforma a través de la cual se coordinan para colaborar. Por ejemplo, las reseñas dejadas por los usuarios construyen la reputación de algunos negocios, algo que atrae a los usuarios buscando opciones de consumo. Esta audiencia se convierte en un activo que explotan los proveedores de la plataforma a nivel económico (Google places, Tripadvisor, etc.). No vamos a entrar en la cuestión de qué parte del valor de estas plataforma la constituyen las plataformas tecnológicas y qué parte la constituyen las opiniones de los usuarios, pero este tipo de servicios tienen efecto red y por lo tanto tienden al monopolio de forma natural, lo cual propicia una apropiación de valor mayor por parte de la plataforma que por parte de los prosumidores. De este modo, se ha establecido una distinción entre economía colaborativa en general y economía colaborativa procomún. En ésta última las plataformas digitales que desarrollan recursos comunes son de propiedad compartida y devienen accesibles como bien público, permitiendo así que los prosumidores acaparen la mayor parte del valor en ellas y también que tomen parte en definir su evolución como medio de producciónvii.
En todas estas industrias, la irrupción de los prosumidores sienta las bases para ofrecer una competencia atroz a los operadores dominantes y para la drástica reducción de la productividad y los dividendos de estos operadores como consecuencia, tal como veremos después.
La llave de la abundancia: Tecnología, protocolos, licencias, reputación y comuneros
Desmercantilización es un término que surgió como una demanda social para detener la entrada del mercado en todos los ámbitos de la vida, pero en la actualidad se trata de un fenómeno que se está dando por una serie de causas que vamos a examinar. Todas estas transformaciones que hemos examinado tienen de fondo una realidad: el producto tiende a minimizarse y, en última instancia, a desaparecer, a convertirse en un bien sin posibilidades de ser monetizado gracias los productos definitivos de la industria del conocimiento como son protocolos, licencias, y diseño de nuevos usos sociales. Por un lado, los protocolos de acceso, compartición y reproducción casi ilimitada de los activos digitales. El protocolo TCP/IP, que da base al propio internet, sería el primer ejemplo. Los protocolos de comunicación son como lenguajes, formas de transmitir información. Si Bittorrentviii o eDonkey son los protocolos de comunicación líderes para compartir archivos, la cadena de bloque se está afianzando como protocolo de comunicación de valor económico, que está permitiendo la construcción de sistemas monetarios paralelos, de los cuales, Bitcoin es el primero y más exitoso hasta ahora. Los contratos inteligentes (Smart contracts) que se pueden crear con la cadena de bloque, permiten la ejecución automática de determinadas acciones cuando se dan determinadas circunstancias, sin intervención humana, y tienen muchas posibilidades de alterar de forma disruptiva la industria de los seguros o la actividad de los notarios. Por otro lado tenemos las licencias que protegen la integridad del uso de los activos que se gestionan mediante los protocolos: las licencias de creative commons (para contenidos editoriales), la licencia GLP creada por Richard Stallman para el proyecto GNUix y que se usa desde entonces para el software libre, o el mencionado RALN, creado para la redes de telecomunicaciones procomún. Y no podemos olvidarnos del diseño y usabilidad de las plataformas, que establecen nuevos patrones de actividad social en la economía colaborativa. Un ejemplo fue empezar a registrar la reputación de los participantes, que empezó en el portal eBay y de ahí se extendió a innumerables plataformas y ha generado toda una nueva fuente de valor.
Pero si los protocolos de comunicación y las licencias son importantes, más lo son las personas. En contra del homo economicus, el axioma de la teoría económica que considera como hecho evidente el comportamiento egoísta del ser humano, y que ha sido ya perfectamente refutada a nivel empíricox, aparecen como un fenómeno ya consolidado los comuneros (commoners en inglés), aquellos que perpetran la producción de bienes desmercantilizables. Por un lado están las personas que construyen los registros de reputación dejando una reseña de un restaurante, una empresa, un servicio u otro prosumidor en alguna plataforma para que otros usuarios se beneficien. Por otro, nos encontramos con los voluntarios que construyen y mantienen Wikipedia, Güifi, Linux o cualquier otro bien común. Se trata de un comportamiento basado en que las personas entienden que el bien de otro, de la comunidad, es también su bien particular, y que si muchas personas hacen lo mismo, todos salen ganando. Un comportamiento irracional según la ortodoxia económica, pues la mayoría de estos comportamientos no tienen una retribución económica directa, o si la tienen, su coste de oportunidad es elevado. En algunos casos, en los que estas personas dedican una parte importante de su tiempo a estas actividades, los modelos de retribución que las sostienen (donaciones, crowdfounding, etc.) con frecuencia no pagan los costes reales de producción sino una parte de ellos, otra parte sigue sostenida por trabajo voluntario no retribuido, un trabajo que llega a darse en condiciones de auto-explotación difícilmente sostenibles en el largo plazo. Es evidente que su sustento es un reto a resolver, al igual que lo es el desempleo. Pero también es importante destacar que el axioma del homo economicus no se cumple: las personas se comportan de diferente manera ante diferentes circunstancias y es incorrecto tomar el egoísmo ciego por principio.
El impacto de la desmercantilización en la economía actual
Según el ranking de Forbes 2016 de las mayores empresas que cotizan en bolsaxi, el 65% son empresas de la economía del conocimiento: banca, seguros, informática, internet, salud, laboratorios farmacéuticos y entretenimiento, con gran predominio de las dos primeras. Agregando las de Telecomunicaciones y energía llegan al 80%. A principios de los años 2000 los puestos de cabeza de este ranking estaban dominados por las empresas petroleras y constructoras de vehículos, mientras que las empresas del conocimiento encabezaban el ranking de aquellas cuyos beneficios crecían más rápido. Una de las diferencias más llamativas entre las industrias que encabezaban el ranking en 2000 y las que lo encabezan ahora, es que las primeras empleaban millones de personas y las últimas emplean tan solo algunos cientos de miles. Nuestra economía (la española, al igual que la europea) está altamente terciarizada. Un 75% del PIB son servicios, entre los cuales están los clasificados dentro de la economía del conocimiento. Es decir, la tendencia a la desmercantilización nos afecta de lleno.
La historia económica de la humanidad viene marcada por la evolución que genera la innovación. Con cada innovación, los sectores más innovadores producen un mayor valor añadido, es decir, acaparan más margen de beneficios y como consecuencia, más talento y más trabajadores, en detrimento de los sectores más primitivos. Los sectores de vanguardia han ido evolucionando a lo largo de la historia. En la antigüedad era la agricultura, en la edad media pasó a ser la artesanía, en la edad moderna el comercio, luego la industrialización, y ahora es el conocimiento. Un sector del conocimiento que, desde la revolución digital, ha empezado a evaporar el valor.
Esta evaporación del valor da la vuelta a la tendencia evolutiva milenaria del sistema económico. Anteriormente ya había anunciado la “atrofia del camino evolutivo natural del capitalismo”xiirefiriéndome a este fenómeno. Un fenómeno cuyo protagonista es el sector financiero, como veremos.
La tendencia a la desmercantilización ya se está empezando a ver en ciertos indicadores, uno es el estancamiento de la productividad. Recientemente, Robert J. Gordon en su libro “El auge y caída del crecimiento americano”xiiidenunciaba que la revolución digital no está aportando los incrementos de crecimiento económico, ni los incrementos de la productividad, que se experimentaron gracias a las innovaciones que se dieron en el siglo comprendido entre 1870 a 1970.
Es necesario aclarar que la productividad laboral se puede medir en unidades de producto producidas por hora de trabajo, pero la medición más extendida es en términos monetarios, y es a este tipo de productividad a la que se refiere Gordon. Este tipo de medición de la productividad mide el valor económico de la producción por hora trabajada (otros indicadores usan el valor añadido), o por persona ocupada. Por ello, para que se dé un aumento de productividad es necesario no solo que aumenten las unidades o cantidad de producto obtenido por hora trabajada, sino que esa producción se venda. En este último punto es justo donde las innovaciones digitales no cumplen con el papel que otras innovaciones anteriores cumplieron. Lo que está ocurriendo en la actualidad es que mientras que la productividad en unidades sube, la productividad en valor económico baja.
La productividad se ha estancado por falta de ventas. La revolución digital está generando procesos que aumentan la productividad en unidades: las unidades de producto obtenido por hora trabajada, pero algunas de ellas también desmercantilizan el producto, de forma en algunos casos las ventas de ese producto no aumentan en la misma proporción o incluso disminuyen. Volviendo al ejemplo de la industria discográfica, la digitalización de la música y su distribución en el entonces nuevo formato CD supusieron un abaratamiento muy importante en los costes con respecto a la producción en vinilo, y esto hubiera incrementado los beneficios y la productividad de la industria, si no hubiera sido porque la digitalización, con el advenimiento de internet, permitía hacer algo más que vender la música en CD’s; permitía algo hasta entonces inédito: los usuarios podían compartir archivos de música online, de forma que otros usuarios tenían acceso al archivo de música con la misma calidad que el original de forma sencilla y casi gratuita, eliminando así la necesidad de adquirir CD’s para disponer del bien, la música, reduciendo así los ingresos por ventas de la industria y, como consecuencia, la productividad.
Esto explica también como, algunas nuevas tendencias e innovaciones han sido sobrevaloradas en su capacidad de generar crecimiento económico, por ejemplo, el internet de las cosasxiv. El internet de las cosas consiste en conectar los aparatos a internet para publicar sus datos, lo que genera grandes datos (Big data) en abierto que pueden ser capturados por aplicaciones para dar servicios a los usuarios. Por ejemplo, tu ayuntamiento puede poner sensores o etiquetas de radiofrecuencia (RFID) a los autobuses urbanos, detectar el paso de cada autobús por cada parada, y emitir estos datos en abierto. Si el autobús que te lleva del trabajo a casa pasa cada 20 minutos o más, una app móvil que lea esos datos te puede cambiar la experiencia de volver a casa de forma radical: consultas cuando va a venir el autobús, te mantienes ocupado hasta que falten 5 minutos, luego te bajas a la parada y el autobús aparece, como si hubieras llamado a un taxi. La posibilidad de que este tipo de aplicaciones cambien la vida de la gente a mejor es enorme. La posibilidad de que supongan crecimiento de la economía o del empleo no está tan clara. El internet de las cosas permite el acceso a información sobre vehículos, electrodomésticos, y otros aparatos a distancia, así como su control remoto, todo esto puede ahorrar mucha mano de obra. Además, también permite una mejor coordinación para disfrutar cómodamente de bienes comunes, facilita el compartir y, en este sentido, puede contribuir a reducir las necesidades de la gente de poseer determinados activos, o al menos de poseerlos en exclusiva. Sin duda, los nuevos aparatos de todo tipo cada vez incorporarán más dispositivos de conexión para aprovechar estas ventajas, pero el argumento de que esto generará mayor actividad económica en términos absolutos es poco concluyente.
El otro indicador que apoya la hipótesis de la desmercantilización es la falta de inversión empresarial que se está registrando a causa de la falta de beneficios empresariales esperados, tal como Michael Roberts viene anunciando en su blog. Incluso en momentos como los actuales en que la economía estadounidense parecía que despegaba, estudios recientes demuestran que el crecimiento es efímero y basado exclusivamente en el consumo, que ha sido alimentado artificialmente por condiciones crediticias favorables y un aumento de los precios inmobiliarios (de nuevo). A pesar de esta recuperación del consumo estadounidense, la inversión empresarial no aumentaxv. Analizando el crédito empresarial, Richard Koo en un reciente artículo defendía que falta demanda de crédito por falta de rentabilidad o falta oportunidades de negocioxvi. Esta falta de demanda de crédito está presionando el tipo de interés a la baja, de forma que estamos probablemente ya en un tipo de interés natural igual a cero.
No es simplemente desempleo tecnológico
Es importante identificar la desmercantilización como un proceso de diferente naturaleza a la automatización pues hay un proceso de automatización en todo proceso de desmercantilización, pero la automatización no siempre ha tenido ese efecto; hasta hace poco también aumentaba la productividad. El desempleo resultante de la automatización se llama desempleo tecnológico y para resolver este problema se planteaban políticas redistributivas como una solución para todos: los trabajadores y la industria. Estas políticas permitían a los trabajadores recibir subsidios que les habilitaban para seguir consumiendo el producto a las empresas. Así, las empresas podían seguir vendiendo y el Estado recaudaba impuestos que servían para pagar los subsidios y redistribuir así la renta. Esta era la base económica del contrato social implícito en la socialdemocracia. En el proceso de desmercantilización esta solución no funciona igual, ya que, por mucho que los trabajadores tengan acceso a mayores rentas, el producto desmercantilizado no va a venderse más, pues nadie paga por algo que no es necesario pagar, aunque tenga dinero. Si la automatización destruye empleo, la desmercantilización destruye empleo y valor económico, y en genera un tipo de desempleo que se podría denominar de desempleo tecnológico definitivo.
La transición
Nos espera la transformación radical del sistema económico que conocemos hasta la fecha y de sus dinámicas de evolución. La economía de mercado no dejará de existir y, sin duda, no todas las innovaciones causarán la desmercantilización, aunque potencialmente puedan generarla. Sin embargo, es patente que algunas innovaciones sí lo están haciendo y que existe un empuje social en esa dirección. Con una brecha creciente entre la innovación, la productividad y el crecimiento económico en estos casos, se abre una nueva era que ya se está denominando la era de la abundancia. Esta tendencia a la desmercantilización, aunque sea en ámbitos acotados del sistema económico, irá erosionando cada vez más el empleo y los beneficios en muchas de las industrias de vanguardia.
En las demás industrias, la tendencia a los rendimientos decrecientes del capital seguirá su curso histórico, reduciendo también los márgenes empresariales. Esta tendencia es la que históricamente reduce el beneficio en las empresas en las industrias consolidadas, cuando hay competencia perfecta, pues cuantas más hay, menos ganan cada una y más tienden los precios a igualarse al coste marginal de producción. Lo nuevo en la situación actual es que también las industrias de vanguardia y los monopolios el valor económico tienda a reducirse de forma bastante rápida también. En conjunto, la combinación de estas dos tendencias irá erosionando las posibilidades de beneficio y de crecimiento económico de forma inexorable.
Esta tendencia en algunos casos se contrarrestará con la contraria, la financiarización, todavía presente y muy viva entre nosotros. La acaparación del valor por parte de ciertas plataformas que operan en la economía colaborativa, en detrimento de los usuarios que ponen sus activos para hacerlas posibles, es un ejemplo muy significativo de este caso. Antes hemos mostrado los ejemplos de Google places y Tripadvisor, pero podemos incluir en este grupo a otros como Uber o AirBnB. Es decir, es posible que no todos aquellos sectores que reúnen las condiciones para desmercantilizarse experimenten dicha transformación.
También se están dando acciones políticas para frenar esta tendencia a la caída del beneficio: reforzando los monopolios y la regulación, una regulación que en muchos casos está enfocada a proteger los mercados con barreras de entrada, a apuntalar los derechos de copia y las patentes en un intento legislativo de dar cuerpo a una escasez evanescente. El ejemplo del “impuesto al sol” implantado en España recientemente, que desincentiva el autoconsumo de energía renovable es un claro precedente, cuyo objetivo es mantener los beneficios de las grandes empresas eléctricas en contra del bien público de sustituir fuentes de energía fósil por fuentes renovables.
Retos para un nuevo modelo económico
El impacto de la desmercantilización en nuestra economía se traducirá en unas nuevas circunstancias que nos impondrán algunos retos que será necesario abordar. Antes incluso de empezar a pensar cómo queremos abordarlos, es necesario empezar por entender cuáles son las variables económicas esenciales que se perfilan en estas nuevas circunstancias:
- La reducción del mercado. Todo indica que el tamaño del mercado se reducirá inevitablemente y habrá una producción de bienes cada vez mayor fuera del mercado.
- Reducción del empleo. El empleo formal también se reducirá en la misma medida, con un menor número de horas de trabajo pagadas en total.
- La evaporación del valor. Hemos estado describiendo el proceso de evaporación del valor económico que ha traído la desmercantilización. El valor económico es lo que permite obtener renta o ingresos a los participantes en el proceso de producción (o financiación) del bien. Esto tiene enormes ramificaciones.
- Reducción de la renta. Al desaparecer el valor económico, desaparece la renta, o la capacidad de extraer ingresos de la producción económica o la financiación de dicha producción. Esto es problemático en la medida en que mantengamos estructuras sociales en las que los ingresos en forma de renta sean esenciales para la vida de la gente o la producción.
- La producción pública adquiere más importancia. Cuando no es posible monetizar un bien vendiéndolo, la única forma de sufragarlo es con un criterio de inversión para el bien público, que es tradicionalmente la función del Estado. A medida que se van desmercantilizando los bienes, su creación dependerá cada vez más de esta esfera de producción pública, no mercantil, que puede ser sufragada no solo desde el ámbito gubernamental, sino también desde el comunitario o desde el ámbito privado.
- Se reducen los recursos del Estado. El aumento de la importancia de la producción pública no es óbice para que la reducción de renta mencionada afecte también a los ingresos fiscales del Estado. Al reducirse la renta, los ingresos del Estado por impuestos sobre la renta, sociedades, IVA, etc. serán cada vez menores, si continuamos con la configuración fiscal de la mayoría de los Estados, basada en grabar la renta (el ingreso).
- Indicadores. En un contexto de reducción de la renta es un problema seguir midiendo el bienestar con indicadores basados en ella, como el PIB o la renta per cápita. Mientras la política económica siga dirigiéndose y controlándose con este tipo de indicadores, estaremos a ciegas en lo que se refiere a medir el bienestar o la prosperidad.
- Infraestructuras de acceso. La abundancia en muchos casos dependerá de disponer de ciertas infraestructuras que sí tienen un valor económico. Por ejemplo, para obtener energía gratis del sol hace falta una placa solar o un molino que no es gratis. O para acceder a contenidos online necesitamos un dispositivo (ordenador, portátil, móvil…) y conexión a internet. Que la gente pueda disponer de estas infraestructuras será algo estratégico, pues abrirán la puerta de acceso al disfrute de bienes desmercantilizados.
- La innovación. La innovación seguirá siendo una fuente de productividad, en unos casos funcionará como tal y en otros no, pero innovar nunca ha sido un negocio seguro, y sin embargo ha estado siempre presente en las sociedades más avanzadas. El papel del Estado en producir innovación ha sido mucho mayor del que con frecuencia se reconoce, tal como Mariana Mazzucato ha descrito de forma pormenorizada en su libro “El Estado Emprendedor”xvii, por lo tanto, en gran medida, no depende del mercado. Por consiguiente, la innovación no tendría por qué sufrir grandes amenazas, siempre que el Estado o la producción pública tenga medios de financiación.
- Redefinir la escasez y la abundancia. En la era de la abundancia tendremos que hacer frente a nuevos retos de escasez. Si los productos de alto valor añadido han dejado de ser escasos y se están convirtiendo cada vez más en bienes libres, sin embargo hay recursos que hace solo 70 años eran abundantes, como los combustibles fósiles o ciertos minerales y metales, que han pasado a ser escasos, así como nuestra capacidad de emitir CO2 a la atmósfera por su incidencia como coadyuvante del cambio climático, o la destrucción de la biodiversidad, amenazas muy claras a la supervivencia de nuestra especie.
- Superar un modelo económico diseñado para crecer. En la vigente terminología económica, la tendencia que estamos describiendo se denomina depresión o recesión, pero también decrecimiento, cuando viene en forma de demanda ecológica. Es decir, la cuestión no es si decrecemos o no, la cuestión en el futuro cercano va a ser cómo lo hacemos. El reto más importante al que nos enfrentamos en esta coyuntura consiste en decrecer en un modelo económico como el nuestro, diseñado para crecer. Si continuamos como hasta ahora, decreceremos con una desigualdad social creciente.
La desigualdad de la nueva normalidad
Thomas Piketty demostró recientemente en su libro “El capitalismo en el siglo XXI”xviii que cuando el rendimiento del capital es mayor que la tasa de crecimiento económico, las desigualdades tienden a incrementarse. En un escenario de decrecimiento, la única posibilidad de que las desigualdades no se incrementen es con una tasa de retribución del capital igual o menor que cero. Sin embargo el sistema monetario y financiero actual no puede funcionar en esas condiciones, pues en teoría se basa en un mercado (el mercado de dinero). No hay mercados a precio cero.
Es decir, el sistema monetario y financiero actual no puede funcionar en las condiciones exigidas por el nuevo escenario de abundancia. De hecho, el diseño de ese sistema, desde el abandono del orden monetario insituido en Bretton Woods en 1971, es justamente el motor del movimiento contrario, la financiarización, y también es la razón principal de que tengamos un sistema económico que solo puede funcionar con crecimiento económico.
Una breve descripción del funcionamiento del sistema monetario es necesaria para explicar este hecho con mayor claridad. La mayor parte del dinero en circulación es dinero bancario, creado por los bancos como anotaciones en cuenta. La forma en que se crea este dinero es variada, pero esencialmente hay dos mecanismos: cuando la banca emite pagos hacia el público no bancario y cuando otorga préstamos al público no bancarioxix. La mayor parte de estas operaciones exigen la perspectiva de un beneficio futuro para poder llevarse a cabo. Tanto cuando un banco adquiere activos (bonos, obligaciones, acciones, inmuebles), como cuando otorga préstamos, debe haber un beneficio esperado que permita la retribución del capital financiero. Si no se da esa expectativa de beneficio futuro, los activos no se compran y los créditos no se otorgan, y por tanto no se crea dinero. Esto no sería un problema, si el dinero en circulación se pudiera mantener constante, pero esto no es posible, ya que esta forma de generación monetaria, el dinero bancario, exige la generación monetaria nueva de forma constante. La razón es que, si emitir créditos incrementa el dinero en circulación, devolverlos lo reduce, y mientras que lo que se crea es el principal, lo que se destruye es el principal más los intereses. Por ello, las operaciones de crédito bancario son una trampa de deuda: cuanto más dinero se crea más dinero falta, lo que exige siempre creación monetaria adicional, que solo se produce si hay un beneficio esperado. Así podemos ver que, el crecimiento económico es un requisito imprescindible para que el sistema monetario y financiero actual funcione. En un contexto de desmercantilización como el descrito, el resultado solo puede ser la parálisis del sistema financiero, algo que ya es un hecho constatado, primero en Japón y después en occidente, tras sendas crisis bancarias causadas ambas por burbujas especulativas del sector inmobiliario.
En otras palabras: el sistema monetario y financiero actual es incompatible con un escenario de abundancia, ya que por definición, solo funciona en un escenario de escasez. La escasez es condición imprescindible para que haya beneficio, que es condición indispensable para que haya crédito y creación monetaria. Nos vamos a enfrentar a una coyuntura en la que la abundancia material estará disponible con moneda convencional pero esa moneda cada vez será más escasa para dedicarla a determinados objetivos. Por ejemplo, si deseáramos financiar la transición energética hacia energías renovables, reducir la demanda energética, reducir el movimiento de materiales sustituyendo el consumo global por el consumo local, eliminar la obsolescencia programada, o crear procomún, el sistema monetario y financiero actual no será el más indicado para financiar esta transición. Y sin embargo, financiará copiosamente cualquier proyecto que vaya en el sentido opuesto: inventar ingenios que favorezcan la obsolescencia programada, generar burbujas especulativas o monopolios, implantar barreras a los mercados, o apoyar opciones políticas que legislen en este sentido. El dinero convencional, generado en su mayor parte como dinero bancario, tiene que servir su propósito: retribuir el capital financiero. Esta es su razón de ser y no puede funcionar de ninguna otra forma sin experimentar una transformación.
Nuestro sistema económico es dependiente del crecimiento. Esta dependencia ha hecho que los políticos dirigentes del mundo desde el comienzo de este milenio hayan dejado que se formen burbujas especulativas de todo tipo para que nuestros sistemas económicos puedan aparentar un crecimiento económico que finalmente ha resultado ser un espejismo. Para sostener estos espejismos hemos dilapidado recursos en exceso: talento humano, energía y materiales, recursos que deberíamos aprovechar mejor en el futuro.
¿Hacia qué modelo económico nos dirigimos?
Esencialmente las opciones a nivel político se reducen a dos: tratar de frenar la tendencia a la desmercantilización o adaptarnos a ella para conseguir para nuestras sociedades una vida digna, próspera y en armonía con el medio. La izquierda protegiendo puestos de trabajo e ingresos del Estado, y la derecha protegiendo el poder de la escasez que tantos beneficios le ha supuesto, han llegado al acuerdo tácito de seguir impulsando un modelo económico de crecimiento económico. Para seguir como hasta ahora tendrán que favorecer la escasez sobre la abundancia, ignorar que el crecimiento económico no viene de un impulso natural del ser humano sino de una condición básica de funcionamiento del sistema monetario y financiero, y hacer caso omiso a las voces que alertan sobre los límites medioambientales del planeta. Esto no será difícil pues la financiarización, que tiende a mercantilizar cada aspecto de nuestra vida, sigue siendo la tendencia predominante en la actualidad. Se trata del “business as usual” del que podemos dar un ejemplo para ilustrar: En contra modelo de autoprestación en la movilidad mediante coches sin conductor al que nos referíamos antes de forma teórica, ya existe de hecho un acuerdo entre el fabricante de vehículos Volvo y la plataforma Uber para que el primero provea de vehículos que disponen de esta tecnología al segundo y empezar en septiembre a hacer una prueba piloto en Pittsburgh, en el estado de Pensilvania en los EEUUxx. El que la movilidad quede en un futuro en manos de un oligopolio de grandes fabricantes articulados a través de una plataforma como Uber no parece un horizonte inverosímil. Y con este escenario vendría la consolidación de un futuro distópico de beneficios sin producción (que Costas Lapavitsas ya ha retratado en un libro con ese mismo nombrexxi) para las empresas y reducción del empleo (y las rentas del trabajo) para los trabajadores. Es muy posible que, desde un punto de vista de política pública, la posibilidad de fomentar que los prosumidores generen sus propias estructuras de autoprestación sea la única alternativa a dejar que se formen este tipo de estructuras oligopolísticas.
Sin infravalorar en absoluto el enorme reto de adaptar nuestra sociedad a un modelo económico basado en la abundancia, ese es el germen de la oportunidad que se abre en el horizonte. Apuntar en esa dirección precisamente es el propósito de las ideas que se esbozan a continuación, que exploran la forma en que estas circunstancias y retos que he descrito hasta ahora podrían resultar en una mejora sustancial para nuestras sociedades y nuestra vida. Lo que finalmente ocurra dependerá en una gran medida de lo que haga la sociedad en el presente y en el futuro inmediato.
Estrategias políticas y sociales de cambio
Sin pretender que estas sean las únicas líneas de acción relevantes, aquí definimos tres objetivos prioritarios: por un lado, garantizar el sustento de las personas, en segundo lugar, sufragar los bienes públicos (dentro de los cuales está tanto el procomún como los bienes y servicios que provee el Estado), y preservar el medioambiente para evitar una hecatombe climática de consecuencias imprevisibles. Analizaré posibilidades dentro de estos ejes de actuación. La mayoría exigen nuevos mecanismos monetarios y financieros. Un nuevo sistema que puede venir desde arriba, con un cambio de diseño en el sistema actual (por ejemplo, desde los Bancos Centrales), o también puede venir desde abajo, a través de la creación de monedas complementarias.
El reparto del trabajo
En 2011 anunciabaxxii que una de las claves de esta nueva era consistiría en encontrar la manera en que los incrementos de productividad (unidades de producto generadas por hora de trabajo) que genera la innovación se transformen en ocio equitativamente distribuido, en lugar de desempleo. Mi visión de este asunto no ha cambiado. En aquel momento me decantaba por una estrategia de reparto del trabajo con la reducción de la jornada laboral para conseguirlo. También proponía que dicha reducción fuese acompañada de un mantenimiento de los ingresos del trabajador, aumentando el salario por hora trabajada, aunque en este momento considero más factible en el corto plazo que el salario disminuya proporcionalmente a la reducción de jornada y los ingresos del trabajador se complementasen con una renta básica para compensar la disminución de rentas laborales, tal como se enuncia en la propuesta de un estado estacionario social y sostenible (MESSE)xxiii.
Renta básica universal
La renta básica universal o la renta básica garantizada, son distintos tipos de soluciones que van todas en la línea de ofrecer a los ciudadanos acceso a un ingreso mínimo de subsistencia o un complemento para alcanzarlo. A corto y medio plazo es probablemente la mejor opción y ya hay distintas ciudades y países que están haciendo pruebas piloto para evaluar su viabilidad. Sin embargo hay que tener presente que una renta básica en moneda convencional depende para su sostenibilidad en el tiempo de los ingresos fiscales de los gobiernos, y tal como hemos apuntado antes, la desmercantilización previsiblemente reducirá la renta y con ella, tal como están configurada la fiscalidad en el momento presente, los ingresos fiscales de los gobiernos. Es muy probable que a largo plazo sea necesario otro tipo de solución complementaria o sustitutiva de la renta básica en moneda convencional.
Por ejemplo, en Gran Canaria hay una moneda social, el demosxxiv que puede servir de inspiración. El demos es una moneda que se pone en circulación con el pago de una renta básica y no depende de ingresos fiscales convencionales. La renta básica en moneda social es un tipo de solución que se está testando en este y otros proyectos piloto cuyas posibilidades están aún por desplegarse en su verdadero potencial. En la misma línea, los autores suizos del libro “The End of Banking”xxv han explorado la posibilidad teórica de modelo monetario en el que la creación monetaria se produce con transferencias de renta del Estado a los ciudadanos (esto abriría la vía para el pago de una renta básica) y con un tipo de interés negativo (oxidación) se impulsa a la gente a invertirlo en empresas o gastarlo.
Otra posibilidad consiste en cambiar de forma radical la fiscalidad. Partiendo de la base de que la mayoría de los bienes que provee el Estado son servicios que llevan a cabo los propios ciudadanos, y lo que va a ser abundante en el nuevo escenario serán el tiempo de trabajo disponible de dichos ciudadanos, una posibilidad de sufragar la producción pública del Estado sería algo similar a que los ciudadanos entregasen sus contribuciones en vales que representen un determinada cantidad de dinero en horas de su propio trabajo. Se trataría de una fiscalidad complementaria a la fiscalidad que graba los ingresos de los ciudadanos y las empresas. Los vales serían un nuevo sistema monetario respaldado con horas de trabajo de las personas. Más adelante lo detallo en mayor profundidad.
Aprovechar la abundancia de compartir
Hemos ya mencionado el argumento de que algunas plataformas de la economía colaborativa se apropien de un valor que en realidad les corresponde a los prosumidores de las mismas, lo que ha dado origen al estudio de diversas estrategias para que los beneficiados de esta transición sean los usuarios o prosumidoresxxvi. Trevor Scholz apunta en esta misma dirección y defiende el modelo de cooperativa para gestionar este tipo de plataformas en su reciente libro Cooperativismo de plataformaxxvii. Generar un valor social en forma de moneda complementaria puede ser otra estrategia que puede facilitar el que el prosumidor pueda crear derechos de acceso a los bienes. Por ejemplo, la plataforma de intercambio de casa MyTwinPlace.com, utiliza un sistema de puntos para que los usuarios intercambien casas y puedan así viajar a otros lugares por el mero hecho de permitir que alguien use sus casas vacías. Los puntos que el usuario A obtiene al alojar al usuario B le sirven a A para viajar y obtener alojamiento en casa de C. El reto mencionado de disponer de las infraestructuras de acceso está presente economía colaborativa: para poder compartir casa, coche o herramientas, hay que tener alguna de estas propiedades en primer lugar. En las sociedades occidentales en las que hay una clase media acomodada que dispone de ciertas propiedades este modelo funciona de forma espontánea. En el largo plazo y en otros contextos, el acceso a dichas infraestructuras será un tema prioritario a resolver.
Colectivos como Ouishare están promocionando y asesorando sobre las posibilidades de la economía colaborativa, que se perfila ya como un sistema para que los ciudadanos generen nuevos derechos de acceso a los bienes, y en determinados ayuntamientos, como el de Barcelona, se está fomentando el desarrollo de la economía colaborativa procomún y el co-diseño de políticas públicas a través del desarrollo de este tipo de plataformas.
Estrategias para una nueva fiscalidad
Si pudiéramos convertir el tiempo disponible de cada persona desempleada (el tiempo laboral: por ejemplo 8 horas diarias) en dinero, seríamos un país rico. Como apuntábamos antes, una posibilidad para incrementar los ingresos del Estado consiste en que los ciudadanos creen una moneda respaldada con su trabajo y con ella financiasen al Estado. Este sistema permitiría a los ciudadanos pagar en tiempo de trabajo los impuestos al Estado a cambio de que el Estado utilice justo este dinero para proveer los servicios públicos. Sería como hacer entrar al Estado en el esquema de una industria de prosumidores. Con ello se podrían sufragar todos los servicios que se han recortado recientemente en prestaciones sociales tales como educación o sanidad.
Este mecanismo podría funcionar así: primero se generarían los presupuestos generales del Estado, y luego se definiría qué proporción de ellos se financiará mediante este mecanismo. Esa cantidad se dividiría en partes iguales entre todos los ciudadanos y así tendríamos la aportación tributaria per cápita en la moneda ciudadana. Los ciudadanos crearán la cantidad de moneda necesaria para pagar estos impuestos al Estado con un mecanismo a implantar de moneda complementaria. Al pagar, el ciudadano se endeuda con el sistema por la misma cantidad que ha pagado, es decir, tendrá una deuda sin intereses con los demás conciudadanos y el Estado en su nombre, una deuda tributaria. El Estado usa el dinero que han pagado los ciudadanos para pagar sobre todo servicios, servicios que los ciudadanos van a proveer con su trabajo. El ciudadano, debe cancelar su deuda en un periodo determinado. Si el pago de impuestos es anual, el periodo de cancelación de la deuda también lo sería, así como el periodo a realizar esos trabajos. Esta obligación de cancelar la deuda exigirá al ciudadano llevar a cabo algún trabajo necesario para ingresar la cantidad necesaria en moneda ciudadana como para cancelar su deuda tributaria. Una vez recibe la cantidad suficiente para pagar su deuda tributaria, ya no necesitará trabajar más para cancelar la deuda. Este modelo podría suponer el reparto del empleo del Estado, o no. La posibilidad de mantener el esquema actual de trabajo funcionarial es factible y en el corto plazo sería lo más fácil, los funcionarios obtendrían una parte de sus ingresos en este tipo de moneda, y quizá otros ciudadanos no recibirían ningún pago directo del Estado en ella. Los funcionarios necesitarán comprar bienes y servicios en el mercado, y otros ciudadanos necesitarán obtener la moneda para compensar su deuda tributaria, con lo cual, existe capacidad de intercambio entre ellos y la moneda puede circular.
Cabe la posibilidad de generar algún tipo de vínculo entre la producción pública financiada por el Estado y la producción pública a iniciativa de las comunidades auto-gestionadas. Se trataría de destinar una parte de los presupuestos para que los ciudadanos elijan libremente qué trabajos desean hacer para el bien público y que su retribución venga marcada por el aprecio de sus conciudadanos muestren ante estas aportaciones. Se trataría de descentralizar la toma de decisiones respecto a qué hacer para incrementar el bien común. Un sistema que empieza a perfilar este tipo de retribución en moneda social es Civi Club que paga puntos a las personas que realizan aportaciones a ciertas ONG; estos puntos se pueden utilizar en descuentos de productos de las empresas colaboradoras que obtienen así un reconocimiento de responsabilidad social corporativa. Otro proyecto, Autentika, retribuye de una forma parecida acciones enfocadas al bien común publicadas por la gente en Facebook en función de los “me gusta” que recibe de otras personas.
Los municipios
Los municipios pueden tener un papel esencial al poder ofrecer a los ciudadanos bienes desmercantilizables. Dentro de la política de fomento de la economía colaborativa procomún que hemos mencionado, un ejemplo es el recién anunciado operador energético de Barcelonaxxviii. Se trata de generar formas de acceso democrático a las infraestructuras generadoras de energía renovable como bienes de producción, a sus rendimientos y a su consumo. El consumo y los rendimientos pueden compensarse mutuamente abaratando un servicio cuyo precio en España se ha incrementado un 70% en los últimos 5 años. De esta forma, los ciudadanos se convierten en prosumidores de energía y el sistema de producción es la autoprestación.
De igual forma, los servicios de pago en moneda convencional también se podrían ofrecer a través de los ayuntamientos, ya que estos tienen capacidad legal de convertirse en proveedores de sistemas de pagos. De esta forma, los ayuntamientos pueden ofrecer, por ejemplo, una cuenta corriente en euros a personas excluidas del sistema financiero convencional así como a otros ciudadanos y proporcionar un servicio de pagos a la ciudadanía que permita acaparar los márgenes de estas operaciones financieras para revertirlos al bien común. En esta línea, Hervé Falciani formuló su propuesta para crear un sistema de pagos ciudadano, con el que además se pueden gestionar monedas sociales y complementarias creadas desde el propio ayuntamiento.
Financiación de infraestructuras de acceso
El proyecto Dinero Verdexxix, nacido en el seno de los verdes europeos, propone el uso de dinero convencional en la transición energética a través del Banco Europeo de Inversiones a modo de rescate de las personas, como alternativa al rescate bancario, cuyo objetivo de restaurar el crédito está resultando fallido. Incluso el propio programa de compra de activos (APP) del Banco Central Europeo, mediante el cual se están empezando a comprar activos empresariales, podría ser un marco adecuado para modificar los programas de flexibilización cuantitativa (QE) de forma que que se incluyan activos de pymes. Este puede ser un camino adecuado, siempre que las contrapartidas de la creación monetaria sean acciones, obligaciones sin intereses, o ayudas, pero no si se distribuyen con la exigencia de una retribución del capital financiero, pues no estaríamos haciendo más que alimentar el mecanismo de creación de deuda que ya tenemos.
Otra posibilidad para derivar el dinero convencional hacia la inversión en infraestructuras de acceso (entre ellas, las enfocadas a la transición energética) será sustituir el dinero convencional por moneda social aceptada en la comunidad como pago (o como parte del pago) de bienes producidos localmente, e invertir el dinero convencional así obtenido en sufragar dichas infraestructuras. Los municipios están en una posición excelente para liderar este tipo de acciones, pues ofrecen una cierta garantía a los ciudadanos y pueden así ofrecerles acceso a las rentas de las inversiones. Existe ya una propuesta teórica para financiar la transición energética con moneda complementaria de Shann Turnbullxxx. Por ejemplo, para financiar la inversión en generadores de energía renovable por parte de la población y acceder a la co-propiedad de los generadores, he planteado un mecanismo de moneda social descrito en este documento que lleva por título “Financiación del operador energético de Barcelona en moneda social”xxxi.
Las comunidades y la financiación del procomún
Las comunidades constituyen lugares vibrantes en los que se están produciendo cada vez más bienes comunes. Normalmente se financian con Crowdfunding y se articulan con frecuencia a través de fundaciones y asociaciones. La búsqueda de financiación de los comunes han llevado a un grupo de personas a reunirse para encontrar estrategias para para generar dinero y capital para los comunes. David Bollier y Pat Conaty ha resumido en un documento estas posibilidadesxxxii, algunas de ellas siguen estando dentro del sistema monetario y financiero convencional, pero también apuntan ya a la necesidad ineludible de crear sistemas monetarios complementarios para llevar a cabo este tipo de transformaciones.
Para la financiación del procomún desde el ámbito comunitario existe un modelo que probablemente tenga muchas posibilidades de prosperar. Esencialmente, se trata de destinar los beneficios producidos por una empresa en la economía de mercado a la producción de bienes públicos. Sería como unir economía de mercado con producción pública. Un ejemplo es Guerrilla Translation, una cooperativa que trabaja en el ámbito de la P2P Foundation. Se trata de una cooperativa de traductores cuyos beneficios se utilizan para traducir textos de interés público y poca salida comercial. Es decir, los beneficios de la cooperativa obtenidos con encargos de traducción convencionales pagan las horas de trabajo de los propios trabajadores dedicadas a traducir textos que aportan algo al bien común. El resultado es una cooperativa sin ánimo de lucro.
La clave de este modelo es incorporar fuentes de ingresos de la economía de mercado a un modelo de distribución democrática de los beneficios, invirtiéndolos en la financiación del procomún.
Este modelo puede extenderse a ciertos ámbitos gubernamentales, como son los ayuntamientos. Los gobiernos locales tienen la posibilidad de generar fuentes de ingresos (el operador energético mencionado puede ser un ejemplo) que puedan luego revertirse en el abaratamiento de ciertos servicios. Pero en este caso, los beneficios de la producción para el mercado también pueden utilizarse en el pago de algún formato de renta básica o para sufragar otros gastos públicos.
El procomún y la transformación de las infraestructuras productivas
En el ámbito de la producción las estructuras tienen que adaptarse al nuevo paradigma. Una cuestión básica será la transformación de los procesos de toma de decisiones y la gobernanza. En un artículo de la P2P Foundation titulado Plan para una sociedad P2Pxxxiii se analizan importantes cuestiones en este respecto. Una de ellas es cómo definir qué se produce. El márquetin deja de ser algo que se pone en marcha cuando hay que vender el producto para ser algo que se pone en marcha cuando hay que crearloxxxiv. Si antes había que crear primero un producto y después se vendía utilizando herramientas de marketing, el bien desmercantilizado habrá que venderlo primero, como método para calibrar el interés de la gente en su producción, para poder financiarlo y crearlo después. En mi libro apuntaba a esta opción definiendo el premercado como el ámbito donde se define qué producir xxxv, y recientemente el artículo Crowdfunding: más crowd que fundingxxxvi defendía la misma idea.
Proteger el beneficio cuando llega a cero
Las empresas pequeñas y medianas son las que peores ratios de productividad tienenxxxvii pero también son las que más cumplen con los requisitos que la legislación local les obliga a cumplir, pues su capacidad de deslocalización es mucho menor o incluso nula. Las pymes no solo son la fuente de más del 90% del empleo, además están ligadas al territorio, tienden a operar en competencia perfecta y su capacidad de hacer lobby es muy baja. Esto hace que, si hay alguna posibilidad de transformar el sistema productivo en aquel que es óptimo para los objetivos ambientales y sociales de la mayoría de la población, esta posibilidad pasa indudablemente por las pymes, por mejorar su productividad y su competitividad. La tendencia a la caída del beneficio que venimos señalando se combina con otros factores que amenazan a las pymes que operan en economía de mercado. Si la razón fuese la excelencia empresarial de las empresas que sobreviven estaríamos dentro de los límites tolerados de “destrucción creativa”, pero en muchos casos estos fracasos empresariales se están produciendo por el dumping social, fiscal o ambiental de empresas que producen en instalaciones deslocalizadas, o por causas financieras, como la retirada súbita del crédito que dejó a miles de empresas españolas solventes en la ruina por falta de liquidez entre 2008 y 2012 a causa de la cancelación de pólizas de crédito por parte del sistema bancario, azotado por la crisis generada por ellos mismos. La financiación convencional cada vez alimenta menos a la economía productiva. Hace poco se calculaba que solo el 1,4% de la financiación ofrecida por el sistema bancario británico va a parar a las empresas productivasxxxviii.
En este escenario, una estrategia para mantener este tipo de empresas, de producción y de empleo, puede articularse mediante la creación de sistemas de moneda complementaria. Este tipo de sistemas permiten la generación de una liquidez estable, libre de intereses y a muy bajo coste. Los mecanismos de publicidad del sistema, como revistas o páginas web donde figuran todos los integrantes, proporcionan a las empresas nuevos clientes entre los demás participantes en el sistema. En una estructura económica diversificada, este tipo de sistemas constituyen un factor de competitividad esencial para muchas empresas pequeñas y medianas, pues blinda su acceso a la liquidez y las desvincula de los avatares del mercado financiero global. Los sistemas de monedas sociales y complementarias actúan de forma contracíclica, aumentan el multiplicador económico en su ámbito de actuación y aportan estabilidad macroeconómica, tal como se ha probado en el caso del WIR suizo, una moneda complementaria suiza creada por un grupo de empresarios para su propio uso en la gran depresión y que ha sido estudiado en sus 80 años de existenciaxxxix: en las épocas buenas no crecen mucho, pero en las contracciones económicas que son típicas en las crisis financieras, suponen una tabla de salvación para numerosas empresas y sus participantes aumentan en número y grado de actividad.
Los sistemas de moneda complementaria pueden tener un importante papel adicional y es el de convertir a los consumidores y empleados de las mismas en prosumidores. Susan George dijo en El informe Luganoxl que no tiene sentido seguir separando los mercados de producción (buscando lugares cada vez más baratos) y los mercados de consumo (buscando lugares con consumidores de alto poder adquisitivo) pues se trata de una aritmética imposible. En el fondo, los empleados y los consumidores son las mismas personas. Las monedas complementarias pueden suponer una herramienta de proteger el empleo de calidad. pues aceptando una parte del salario en moneda social el empleado garantiza la demanda de producto a su empresa y a todas las que como ella cumplan la regulación local (que el ciudadano como sujeto político ha participado en elegir) que garantiza los derechos del empleado y otros objetivos sociales y medioambientales. En la medida en que el empleado voluntariamente acepte moneda social generada por empresas locales, que cumplen la normativa local, en pago por su trabajo, se compromete a gastar esa renta en adquirir el producto de esas empresas, garantizando las ventas de las mismas y protegiendo así la supervivencia de su empleador y de su proveedor. Es más, la demanda de cada consumidor se convierte de este modo en un arma de negociación que le permite optar a un puesto como participante en el proceso productivo, y al reparto de ingresos del proceso productivo.
Reducir la demanda energética
La transición energética hacia fuentes de energía renovable no es más que el principio del camino para llegar a un horizonte de sostenibilidad medioambiental. Es también esencial la reducción de la demanda energética. Que el crecimiento económico incrementa la demanda energética es un hecho probado, y también hemos mostrado aquí y en otros trabajos cómo el imperativo de crecimiento económico surge del sistema monetario y financiero a causa de la creación monetaria como crédito con intereses. Prescindir de este modo de creación monetaria sería indispensable para reducir el imperativo de crecer y la demanda energética. Los sistemas de moneda complementaria aportan dos factores adicionales en este sentido.
En primer lugar, este tipo de sistema genera una renta que no puede ir a ningún paraíso fiscal. Solo puede gastarse de forma local propiciando una sustitución del producto global por el producto local, en la medida en que haya producto local adecuado disponible, reduciendo así la distancia kilométrica de la cadena de suministro (entre el punto de producción y el de consumo) y la huella ecológica.
En segundo lugar, este tipo de sistemas suelen generar el dinero mediante crédito sin intereses, algo que también reduce el imperativo de crecimiento económico. Para crear este tipo de sistemas hay que afrontar el reto de gestionar el riesgo de crédito sin pago de intereses. Esto ha sido trabajado en el proyecto Eurocat, que propone la creación de una moneda complementaria para Cataluña, con una propuesta denominada Capital confianzaxli, en el que el crédito se basa en determinados criterios sociales, como los avales de otras empresas, que se traducen en un control social y descentralizado del crédito.
Un sistema monetario y financiero compatible con la era de la abundancia
El debate monetario, que ha sido muy vivo durante un tiempo en los países de la zona euro, se ha despachado con la cuestión sobre si salir o no del euro, enfrentando a aquellos que prefieren tener una moneda fuerte sin soberanía con aquellos que quieren una moneda soberana pero débil y sometida al castigo de la especulación del mercado de divisas. Este es un debate superficial, pues la servidumbre consiste en tener que elegir entre un mal o el otro. La oportunidad es superar este debate con una transformación real del sistema monetario y financiero. Y esta transformación inevitablemente pasa por la obtención del reconocimiento del derecho ciudadano a participar en la toma de decisiones sobre el diseño y gestión del sistema monetarioxlii y respetar el derecho de todo ciudadano a crear dineroxliii, y por lo tanto, no poner trabas al proceso de desmercantilización el dinero y el crédito que ya se está produciendo.
En todas estas propuestas hay numerosas instrumentos monetarios y financieros. Es pronto para saber qué forma tendrá el sistema financiero del futuro. Todas las formas de creación monetaria descrita pueden trabajar de forma aislada o en combinación unas con otras. Por ejemplo, la moneda ciudadana para financiar el Estado puede también financiar a las empresas, o quizá las empresas pueden generar su propia moneda respaldada con su producción. La moneda generada en una plataforma de economía colaborativa al compartir casa podría servir también en una plataforma de compartir coche, o restringirse al uso dentro de la plataforma en la que fue creada. Esta nueva generación de sistemas monetarios podría ser una industria nueva, que sustituiría al oligopolio bancario por una infraestructura generada por parte de los prosumidores que necesitan utilizarla. Se trataría de generar la infraestructura necesaria para producir dos bienes, el dinero y el crédito. En el momento actual hemos sido ya testigos de un paso en esa dirección. El Bitcoin tiene muchas posibilidades de ser a la industria bancaria lo que Napster fue a la industria discográfica. No solo está acaparando un buen número de operaciones de envío de divisas a otros países, incluso apunta ya a constituirse en el nuevo activo refugio en caso de crisis, tal como se ha visto en el caso del Brexitxliv. La consecuente reducción de los ingresos de la industria bancaria les ha obligado a movilizarse en el mayor consorcio de entidades bancarias que se ha creado en mucho tiempo a la búsqueda de soluciones. Este consorcio se llama R3 y su razón de ser era crear Cordaxlv, una especie de bitcoin centralizado, que no va a servir para proteger su oligopolio. No es que el sistema bancario no pueda mejorar su eficiencia aplicando la cadena de bloque, que sí puede. La cuestión es que la cadena de bloque elimina la necesidad de tener un sistema bancario, lo cual nos lleva a un escenario en el que el monopolio se desactiva.
El procomún del dinero y del crédito
Una parte importante de la infraestructura necesaria para producir este bien es la confianza. El dinero es una institución social basada en la confianza. Los usuarios de la moneda dan su tiempo y sus bienes a cambio de la moneda de su país, lo que constituye la esencia del poder del dinero. Esa confianza históricamente ha sido tejida entorno a figuras autoritarias como reyes o Estados, pero en la actualidad es el sector bancario quien la detenta, aunque la desinformación al respecto es tal, que la creencia de que el dinero lo crea el Estado sigue muy extendidaxlvi. La innovación que ha aportado Bitcoin en este sentido es una evolución de la confianza en el dinero, que en este caso se basa en la tecnología que garantiza la escasez del Bitcoin y la inviolabilidad de su código. Sin embargo, el acceso a la producción del bitcoin no está al alcance de cualquiera, su producción es descentralizada pero tiene enormes barreras de entrada, no cualquier puede producir bitcoins por el coste que supone en infraestructura y energía, por lo que el bitcoin difícilmente puede ser un medio que permita el acceso a los prosumidores a la creación monetaria y que elimine sus barreras de entrada.
Para poder financiar las operaciones necesarias para que estas nuevas circunstancias puedan ser plenamente aprovechadas por la sociedad en general, será necesario el desarrollo de una nueva generación de sistemas monetarios y financieros que consigan mantener la escasez relativa, sin la cual el dinero no tiene valor y no funciona, pero garantizando el acceso de cualquier persona a su producción, que es lo que bitcoin no puede hacer, aunque la tecnología de cadena de bloque que da base a Bitcoin sí podría seguir siendo relevante para cumplir este propósito. En este sentido, será necesario crear otros mecanismos de confianza autogenerados desde la ciudadanía que podríamos denominar el procomún del dinero. Se trataría de mecanismos o protocolos para producir una confianza que sirva para dar respaldo a las monedas sociales y complementarias. Además de todo lo que lo que la tecnología de cadena de bloque pueda aportar en este sentido, podrían tener un papel central mecanismos para registrar la reputación de personas y empresas, que les permitan confiar las unas en las otras para respaldar la solvencia de estos nuevos instrumentos monetarios. El hecho de que muchos de estos nuevos instrumentos monetarios se crean a base de crédito mutuo, ha llevado a articular la idea del procomún del créditoxlvii concepto introducido por Thomas Greco y desarrollado Matthew Slater y un grupo de personas, entre las que me encuentro, para generar protocolos de convertibilidad entre monedas sociales, así como la propuesta de Capital confianza antes mencionada, en la que un factor para respaldar el crédito son los avales de otros participantes en el sistema.
Un nuevo modelo para la era de la abundancia
En definitiva, estas son las 7 cuestiones que centrales en una nueva era de la abundancia:
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Renta básica. En un primer momento, se debería garantizar un ingreso mínimo a todas las personas, como medida de choque en la situación actual de alto desempleo sin esperanza alguna de ser eliminado. Con posterioridad, una vez se haya testado la medida, será necesario encontrar soluciones complementarias a la renta básica en moneda convencional para hacer frente a la reducción de la renta, o sustituirla por otra medida más adecuada.
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Reducción del tiempo de trabajo. Si el empleo se reduce, será necesario repartirlo como sistema de garantizar unos ingresos en moneda convencional a todo el mundo, que les permitan financiar infraestructuras de acceso y otras necesidades. El desempleo no puede desaparecer. Solo puede convertirse en horas de ocio equitativamente distribuidas.
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Nueva fiscalidad: El Estado deberá empezar a financiar sus ingresos con base en otros criterios diferentes a la generación de rentas.
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Nuevas gratuidades y ahorros. Si la era de la abundancia está marcada por la desmercantilización del bien producido, probablemente la principal forma de aprovecharla será dentro de esa misma lógica, es decir, ofrecer fuera del mercado el acceso al bien generado fuera del mercado, ya sea de forma gratuita, a un precio bajo, en moneda convencional o complementaria, o condicionando el acceso al bien a haber contribuido en su creación o mantenimiento de alguna manera, como en el modelo de autoprestación.
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Reducir la dependencia del ingreso de las personas. Mientras haya productos, especialmente todo lo que se puede producir en formato de autoprestación, se debería garantizar el derecho democrático a contribuir a su producción en las condiciones adecuadas, para generar derechos de acceso al producto, y comenzar así un proceso de reducción de la dependencia de los ingresos en forma de renta por parte de la población, no solo del Estado. Esto podría incluir el acceso o financiación de infraestructuras técnicas, tecnológicas o incluso también tierra para cultivar.
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Sistema financiero y monetario: Será imprescindible sustituir el sistema financiero actual que se moviliza solo ante la escasez. Se puede modificar la forma en que el sistema monetario y financiero actual crea el dinero, lo que constituye un objetivo político, pero también es posible generar nuevos sistemas monetarios palalelos o complementarios y hacer que estos vayan gestionando cada vez más una mayor proporción de la economía, en concreto, los sectores desmercantilizables. Esto hará presión para la transformación del sistema convencional gestionado por los bancos centrales. Además, permitirá generar estrategias en las que la moneda convencional se ponga al servicio de financiar infraestructuras de acceso, sustituyéndola allí donde se pueda por monedas complementarias para poder hacerlo. Los sistemas de moneda sociales y complementarias pueden financiar algunas actividades importantes en la transición a un modelo económico de abundancia, como:
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Financiación ciudadana del Estado: Esta moneda nace cada año en el pago de impuestos (Ciudadano→Estado) y muere en el pago de servicios públicos (Estado→ Ciudadano). Se trata de una moneda emitida por el ciudadano para pagar al Estado contribuciones con las que el Estado financia servicios públicos que llevan a cabo los ciudadanos. Los ingresos del Estado se desvinculan de la obtención de renta, tanto del ciudadano como del Estado.
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Moneda emitida desde el Estado mediante el pago al ciudadano (por ejemplo de la renta básica). Se destruye con oxidación, pago de impuestos y servicios públicos (vendibles). El pago desde el Estado es un esquema bastante tradicional de emisión monetaria, la única novedad en este caso sería hacer lo pagando una renta básica ciudadana.
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Financiación empresarial: la moneda se pone en circulación cuando el empresario paga insumos productivos (empresa→ empresa o empresa→ ciudadano) y se destruyen con el cobro del producto en moneda complementaria (ciudadano→ empresa o empresa→ empresa). El mecanismo se origina con el fin de obtener financiación para la actividad productiva. Estas monedas proporcionan financiación estable y sin vaivenes originados en “los mercados financieros”. No se van a paraísos fiscales. Su coste es muy reducido (mucho menor que el interés bancario) y generan una renta local que se puede gastar solo localmente, provocando la sustitución de producto global por producto local cuando existan sustitutivos adecuados, y reduciendo la demanda energética.
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Inversión en infraestructuras: La moneda se crea cuando el ciudadano cambia moneda convencional a moneda complementaria. Se redimen cuando el ciudadano paga un servicio (producido por esa infraestructura) en moneda complementaria. La moneda convencional se sustituye por moneda complementaria para el consumo, y con esa moneda convencional se pagan infraestructuras de acceso. El ciudadano a cambio puede obtener una parte de la propiedad de la infraestructura así financiada. Este mecanismo se podría aplicar a la financiación de fuentes de energía renovable, asi como a la construcción de infraestructuras de otro tipo: vehículos solares o eléctricos, redes de telecomunicaciones (como güifi.net), viviendas sostenibles, etc.
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7. Nuevos indicadores: Necesitamos indicadores que reflejen el verdadero bienestar de las personas y las sociedades y abandonar el PIB o la renta per cápita como medida de progreso. Una propuestaxlviii consiste en crear una lista de bienes a fomentar, y una lista de males a reducir. Ambas serían definidas mediante encuestas por los propios ciudadanos. El indicador de progreso recogería la reducción de los males y el incremento de los bienes, cuya evolución sería medible. Existen otras propuestas que podrían ser igualmente válidas, como el índice de desarrollo socioeconómico.
Conclusiones
Durante años hemos estado viviendo el incremento constante del tamaño del mercado a causa de la financiarización del sistema económico. El mercado ha invadido de forma paulatina cada parcela de nuestra vida. La revolución digital nos trae el movimiento contrario: la desmercantilización. La desmercantilización toma dos formas: productos que se vuelven bienes libres con muy pocas posibilidades de ser vendidos, y la auto-prestación: soluciones articuladas por parte de prosumidores organizados que anulan monopolios de productos y reducen márgenes empresariales de las industrias que venían produciéndolos.
La desmercantilización marca una tendencia natural hacia el estancamiento económico, si se quiere expresar dentro de los parámetros económicos actuales. Si se quiere analizar con un poco más de rigor y perspectiva, lo que realmente nos anuncia es el fin del modelo económico centrado en los bienes escasos, los productos, y el comienzo de un nuevo modelo económico. Esta economía de la abundancia nos impone sus condiciones que deberemos entender para aprovechar su potencial.
Uno de los factores diferenciales de esta nueva economía es que el pacto keynesiano que dio base a la socialdemocracia se rompe y el desempleo tecnológico se convierte en desempleo definitivo que no puede ser resuelto solo con prestaciones sociales convencionales. Esto nos lleva a la necesidad de repartir el empleo con reducciones de jornada laboral, de forma que el desempleo se transforme en ocio democráticamente distribuido.
Por otro lado, la desmercantilización lleva a que el mercado y la renta tiendan a reducirse y, como consecuencia, los ingresos fiscales del Estado que graban la renta también lo harán. Esto exige medidas explícitas encaminadas a reducir la dependencia de la renta (o del ingreso) tanto de las personas como de los gobiernos.
Para ello, serán necesarios nuevos mecanismos monetarios y financieros, ya que el sistema monetario y financiero convencional solo se moviliza ante la expectativa de beneficios. Una tasa de retorno del capital muy superior a la tasa de crecimiento nos llevará a incrementar las desigualdades sociales, por lo que, en un escenario de decrecimiento, será esencial activar formas de creación monetaria desligadas del crédito con interés y de la expectativa de beneficios. Estas nuevas soluciones serán especialmente necesarias en materia de financiación pública. Pues, aunque se espere una reducción de los recursos del Estado, también se espera una importancia relativa creciente de la producción pública. Esto se debe a que un producto desmercantilizado, que no se puede vender, solo puede producirse con criterios de bien público. Esto no quiere decir que la esfera de producción estatal sea la única posible para los bienes públicos. También es factible la organización de la producción desde esferas comunitarias o privadas, pero el Estado no dejará de tener un papel importante.
Como suele ocurrir, esta crisis del modelo actual trae consigo el germen de las soluciones. Se desencadena por el hecho de que el ser humano se convierte en el medio de producción que más valor produce, y de ese hecho precisamente surgen las soluciones: Frente a la dicotomía del consumidor y el empleado como figuras diferenciadas, crece en importancia la figura del prosumidor y de los sistemas de colaboración que le permiten organizarse en una economía compleja como la nuestra, formando esquemas de auto-prestación para acceder a los productos que estima necesarios con el mínimo esfuerzo y libera potencialmente al prosumidor, en el proceso de producción, de las exigencias de los dueños del capital. El paso definitivo de este proceso es culminar la desmercantilización del sector que, precisamente, ocupa el lugar central del modelo económico actual: el sector monetario y financiero, para que los prosumidores de dinero y crédito puedan hacerse así con las riendas del capital y del poder. Pues en todo este proceso, la transformación clave va a ser la de las estructuras de poder. La abundancia estará disponible solo para aquellos que dispongan de las infraestructuras de acceso a ella, y la capacidad de emitir dinero estará estrechamente ligada con la posibilidad hacerse con estas infraestructuras. De ahí la necesidad de una soberanía financiera ciudadanaxlix que dé entrada al ciudadano para decidir los asuntos relativos al sistema monetario de forma democrática, respetando el derecho fundamental de emitir dinero por parte de cada ciudadano. Por un lado, hay una serie de propuestas de modificación en la política de compra de activos por parte del BCE o por parte del BEI, lo que significaría una modificación del sistema monetario y financiero convencional, algo que constituye una clara vía de acción política. Por otro lado, los sistemas de moneda sociales y complementarias pueden financiar algunas actividades importantes en la transición a un modelo económico de abundancia, como la financiación de una nueva fiscalidad independiente del nivel de renta, la financiación empresarial de la economía productiva, la financiación de infraestructuras de acceso a la abundancia. Muchos de estos esquemas son compatibles entre sí y pueden complementarse unos a otros.
Un modelo económico de la abundancia podría tener muchas posibilidades de generar sociedades más vibrantes, sanas, equilibradas y justas, pero sobre todo, permitirá la recolocación de la escasez donde realmente está, nuestra capacidad de polucionar y destruir la biodiversidad es lo que cada vez tiene un margen más escaso, si es que no queremos extinguirnos. Un sistema monetario y financiero desmercantilizado nos liberará del imperativo de crecimiento económico y nos permitirá gestionar adecuadamente esta escasez.
Autora: Susana Martín Belmonte
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Versión en para descargar: La era de la abundancia y sus condicionantes-2016-09-02
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