Compartir moneda es colaborar
La soberanía financiera ciudadana se traduce en una serie de derechos que se derivan de nuestra pertenencia a un sistema económico, igual que los derechos humanos se derivan de nuestra condición humana y nuestros derechos civiles se derivan de nuestra pertenencia a una determinada sociedad nacional. Nuestra condición de «engranajes» del sistema productivo, de miembros de la economía de mercado en la que participamos como trabajadores, empresarios o consumidores tiene que ser elevada a una condición no servil que nos permita adquirir control sobre nuestro destino. Estos derechos se podrían formular así:
• El derecho de toda la población al trabajo y a acceder al tiempo libre generado por los aumentos de productividad que nuestras sociedades han ganado. No hay razón para el desempleo.
• El derecho a participar en la formación del futuro de nuestras sociedades, participando en el proceso de configurar los criterios para la financiación en nuestra moneda. Ya que el riesgo de la financiación es público, a todos nos corresponde el derecho a tomar parte en su gestión, especialmente en los principios que lo determinan.
• El derecho a no colaborar en un sistema monetario y financiero que exige el crecimiento infinito del sistema económico y, como consecuencia, con la destrucción del planeta y la sobre-explotación de la raza humana.
• El derecho a no colaborar con actividades de fabricación de armas, tráfico de drogas, proxenetismo, especulación, corrupción, etc. a base de no compartir moneda con quienes las desarrollan. Tenemos derecho a no prestar nuestra energía vital a cualquier actividad cuyos resultados no nos interesen, desvinculándonos de la moneda que ellos utilicen.
• El derecho a renunciar al cobro de intereses por nuestro dinero, a cambio de no pagarlos cuando lo tomemos prestado y de someternos, en el uso del crédito, a los límites establecidos por los principios que el interés general determine.
Martín Belmonte, Susana. Nada está perdido (Icaria 2012) pag. 174